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LA POLARIZACION DE LA SOCIEDAD

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En esta reflexión que nos hace el director de la revista D Salud José Antonio Campoy sale a la palestra el mayor mal que se está produciendo debido a esta plandemia. Son tiempos en que las mascaras de cada uno de nosotros van cayendo y en los que se muestra la verdadera cara de una sociedad dominada por la superficialidad que ha llegado a su punto limite es un tiempo de no retorno , en el que no hay vuelta atrás. Somos los constructores de nuestro propio destino y eso es lo que se debería entender.

«El constante aumento en todo el mundo de personas inteligentes y formadas que niegan la veracidad de lo que se dice sobre la Covid-19 -presunta enfermedad que se achaca a un virus bautizado como SARS-CoV-2 cuya propia existencia está en entredicho aunque algunos la admiten pero negando que sea de origen natural sino creado por manipulación genética en laboratorio- ha llevado a quienes controlan los grandes medios de comunicación a calificarles peyorativamente de «negacionistas» para no tener que contraargumentar sus afirmaciones. De hecho nos hallamos hoy inmersos en un contexto kafkiano en el que la sociedad se divide básicamente en dos grupos: los «borregos» y los «negacionistas», es decir, aquellos que se niegan a aceptar acríticamente las «verdades oficiales» de quienes en realidad llevan meses dedicándose a desinformar, manipular, tergiversar, mentir e incluso inventarse «noticias» así como a difamar, calumniar, injuriar y mancillar el honor, la buena imagen y la fama de quienes se enfrentan a ellos. Y lo hacen demostrando su mala baba ya que «negacionista» es una expresión socialmente mal vista porque se empezó a utilizar para definir a quienes niegan el constatado holocausto judío perpetrado por los socialistas alemanes que dirigía Adolf Hitler. Lo llamativo es que la inmensa mayoría de los «negacionistas» son universitarios y profesionales inteligentes de sólida formación y preparación entre los que hay genetistas, biólogos moleculares, virólogos, epidemiólogos, profesionales de la salud (la mayoría médicos y enfermeros), químicos, bioquímicos, biofísicos, farmacéuticos, veterinarios, psicólogos, matemáticos, profesores de Bioelectromagnetismo, abogados y periodistas de prestigio así como expertos de otras muchas disciplinas académicas entre los que hay numerosos profesores, catedráticos, investigadores e incluso dos premios Nobel. En cambio las personas menos formadas y preparadas así como las intelectual y profesionalmente peor dotadas se encuentran entre los «borregos». Y no estamos diciendo en absoluto que todos los «borregos» sean personas sin preparación porque la inmensa mayoría está simplemente desinformada pero sí que entre ellos están las personas con menor formación y cultura. Y otro tanto cabe decir de quienes tienen menor nivel ético o sencillamente carecen de principios: todos ellos están en el grupo de los «borregos». Otro aspecto que distingue notablemente a los llamados «negacionistas» es que tienen mucho que perder y nada que ganar -a diferencia de quienes controlan a los «borregos»- ya que muchos se juegan su puesto de trabajo, su profesión, su prestigio, su buena imagen y hasta el aprecio de los familiares, amigos y conocidos del grupo de los «borregos». Y lo hacen sin otra contraprestación que la de sentirse bien porque actúan según les dicta su conciencia. Ser «negacionista» pues en el contexto actual de esta pandemia es casi un honor. Lo mismo que si les califica de charlatanes, conspiranoicos, terraplanistas, curanderos, magufos o antivacunas, calificativos igualmente utilizados con la misma intención por algunos grupitos e individuos de baja calaña y carentes de ética y principios. Se les identifica fácilmente porque en lugar de contraargumentar responden siempre con tales epítetos demostrando que su intelecto no da para más, algo que se explica porque la mayoría no son universitarios y quienes lo son no aceptan debates serios y rigurosos para no hacer el ridículo. En fin, nos parece esperpéntico pero el lector sabrá si prefiere estar entre los «negacionistas» -y para serlo basta con discrepar de una sola de las verdades oficiales- o ser un obediente «borrego» que acepta sin cuestionar nada de lo que le dicen y proponen nuestras competentísimas autoridades sanitarias y políticas.»Jose Antonio Campoy Director revista Dsalud