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LA SOCIEDAD DOMESTICADA CON EL MENSAJE UNICO

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La estructura de poder global hace que los medios de comunicación ofrezcan un solo mundo, una única cultura global unificadora, que convierte en extraño al pensamiento crítico. Los mensajes y programas de televisión se diseñan para que no planteen dudas al sistema. En la llamada era de la información, la gran mayoría de la población global se informa a través de medios controlados o susceptibles a la presión de intereses de poder, lo que significa que, a pesar de que un ciudadano acceda a distintos canales de comunicación, el mensaje recibido será el mismo, porque el objetivo del establishment global no es que los ciudadanos piensen, sino que acaten y se resignen a su ideología. Y así es como lo estamos viendo en la pandemia. La apariencia externa oculta que la gran cantidad de empresas de comunicación de masas es solo un ilusionismo. Esa maraña es, en realidad, propiedad de unos pocos. Y crea un pensamiento homogéneo cuya promoción comienza en las escuelas públicas, para luego seguir en la cultura adolescente (música, videojuegos, libros diseñados para manipular a los más jóvenes) y da como resultado una sociedad de adultos infantiles. Y lo hacen poco a poco, dividiéndolos en grupos (izquierda-derecha, animalistas, veganos, multigéneros, feministas…) para que olviden que, en verdad, tienen muchas más características comunes que diferentes. No se percatan de que acaban compartiendo un pensamiento clónico que convierte al individuo —si es que a estas alturas queda algo de él— en un robot teledirigido por las exigencias del poder o del mercado hacia el consumo y la ideología de los planificadores, porque desde que era niño se le ha venido castrando el cerebro para que no se formule las preguntas esenciales: ¿quién soy?, ¿para qué vivo?, ¿hacia dónde voy? Una vez sublimada la castración mental y espiritual, deja de ser un homo sapiens para mutar en un homo consumus que ve pasar su tiempo en vez de vivirlo plenamente. La religión hace tiempo que dejó de interesarle, y, a quien le quede un ápice de espiritualidad, puede integrarse al grupo de la madre Tierra. Ahora el verdadero opio del pueblo es el entretenimiento-consumo de objetos e ideología prefabricada en laboratorios de las élites. Esta homogenización del mensaje implica una visión única del mundo. Es el triunfo de un modelo de globalismo (la globalización de las élites) frente a otras posibilidades, con la extensión de la cultura del miedo —para coaccionar—, el uso de la propaganda frente a la información, la confusión frente a la información, la versión oficial frente a la verdad, el silencio informativo frente a la revelación de lo oculto, la sociedad domesticada frente a la sociedad libre, la policía política frente al sentimiento puro, el totalitarismo frente a la democracia, el involucionismo frente a la evolución…, y todo ello gracias a la inexistencia de pensamiento crítico. Es decir, el pensamiento y la actitud crítica no existen en los medios de masas, ya que el conocimiento liberaría al esclavo de su esclavitud y hay que impedir que piense por sí mismo. Así, el poder le indica qué pensar a través de los tertulianos de los medios, de los científicos seleccionados y de los pseudointelectuales. El mensaje debe ser el mismo en los distintos canales en los que se difunda, ya sea en Nueva York o en China, de lo que se deduce que los propietarios de los medios (la élite del poder) se han puesto de acuerdo y han decidido qué se difunde y qué no. Es decir, para mantener su poder, tienen que silenciar y ocultar determinadas determinadas informaciones. Una de sus mejores estrategias es la confusión. El caos.

Martín Jiménez, Cristina. La verdad de la pandemia